domingo, 6 de mayo de 2012

¡Contagios!

Ese abrumador contagio, cuando tienes el cuerpo cortado desde adentro, es irremediable lo que ahora pasa, siempre lo ha sido. y es que, lo que paso, ya lo veíamos venir. 
De cierta manera era inevitable, yo por mi forma de ser, austera y deprimida, ella abierta y decidida, un orgullo de querer conocerme desde lo más profundo de mi corazón se le hizo valiente, fácil y para mí, peligroso, yo, alguien quien se encargo de no mostrar lo que realmente sentía, esa era mi promesa: por favor, no quería salir con el corazón por delante. 
Fue lo destinado desde que la conocí, que esa promesa interna no se cumpliera; y desde hace tiempo hasta hace tiempo eramos amigos tan ella y yo, tan los dos que nos conjugábamos en una palabra, me conocía y me esforzaba por no equivocarme al conocerla, entonces de la noche a la noche después, de poco a mucho, yendo lento pero segura abrió paso primero con las manos, los abrazos se hicieron más seguros y cálidos; después con un desplazamiento inocuo abrió a la mitad mi esternón; por supuesto, tenía miedo estaba apunto de tocar lo intangible y sólo ver lo que ningún otro ser había visto de mí, con miedo a que habría llegado tan lejos sólo aleje mis manos protectoras de mi pecho desnudo; no metió sus manos, por sí sólo, mi respiración se paralizo una noche antes como sabiendo lo que pasaría, había una pequeña caja de madera inexpugnable hasta ella, y ella como una medida de tiempo, sólo para mí era ella eterna, con comisuras valientes que alzaron vuelo a cada lado de sus labios para mostrarme que era humano, que no tenía por qué morir solo, que ella había conquistado mi valentía, mi razón, mi conciencia.
El alma callada sólo la observaba escondido, tímido detrás de una mirada sostenida hacia su piel recorriendo con ella su mejilla, sus cabellos, sus labios, sus ojos, su cuello, cerré los ojos, me detuve era indeciso, soy indeciso.
Me había contagiado de mortalidad, y su principal causa fue dejarla entrar en mi intimidad, era ella mi albedrío que antes no era libre, era su sombra, una sombra que amaba, amada, un sombra que le sonríes, que le demandas, que te escucha, que quiere calor, un sombra que creía estar hecha de luz. ¿Sabíamos que era impostergable? Ese remordimiento que te da cuando sabes que no te arrepientes de lo haces, de lo que no detienes, sabía hacia donde iba la algarabía en mi interior que se unificaría en una sola voz: ¡Ella!, ¿Ella?, Ella. Ella... Ella: "Ella".
Si el corazón ha tenido varias analogías y entre ellas es la de un hogar, el mío no sirve para guardar acomodos, quizá y hasta es un lugar con pocas posibilidades de construcción, pero aún siendo mar, con ella a lado, era calma, y un cielo despejado, y era posible ser un paisaje, aún con vientos y lluvias era un paisaje hermoso, ella lo hacia un paisaje hermoso, ella es hermosa.
Mientras de ella sólo ahora puedo decir que me gustaba observar sus actitudes, sus emociones, su perseverancias, mi fascinación era ella.
Soy desde siempre un ser extraño, que cela, que pierde, que no sabe mantener, que deprime, que se deprime, que llora cuando la rabia no aguanta más y se desborda, que se traga su llanto, no por machismo, sino, porque cada vez que llora el corazón duele un poco más, que la calma sólo había sabido de ella en los libros, hasta ella; que se está quedando sordo, que se está quedando mudo, que se está quedando ciego. limitado por mi ansiedad y porque con ella no podía guardar secretos, y terminé diciendo lo que mi corazón escalando mi garganta quiso decir lo que te estaba guardando.

Y ahora somos como dos extraños que se conocen demasiado bien, que ahora sólo procuro y espero siempre procurar que llegues bien a casa, porque eso es lo que ahora soy, porque era también como todo inevitable; una vez le conté mi miedo, no era la soledad, a eso ya me acostumbre; no era la muerte, esta más bien espero que llegue pronto; era perderle, porque perderle significa perderle el significado a lo bueno que tanto había anhelad. Idiota de mí, sabiendo que no me lo había merecido nunca, aún se me dio la dicha de conocerla, pero como un golpe fatal, también se fue.
Si algún día regresaráse me permito la agonía de no meter mi manos si quiere acomodarse en mi pecho era tuyo de alguna manera, aunque sabemos que nada regresará a ser como eramos. Por lo menos a mí, el miedo me vuelve incruentos descarnados...
No es todo lo que que quiero escribir pero muchas cosas no sé ni cómo pensarlas...

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